Lightyear y la imposibilidad de detener al amor

Pixar: Lightyear llegará a los cines en vez de ir directamente a Disney Plus

El estreno de Lightyear ha suscitado un debate por algo tan simple y humano como el amor. No importan los debates. Nada ni nada puede detener al amor. El amor es el motor de nuestra vida.

No quería meterme en este fango, pero lo voy a hacer. Es ese tipo de cosas que sabes que no te va aportar nada bueno, como fumar y beber los fines de semana. Y, sin embargo, por lo que sea, caer en un mal hábito es más sencillo que desestimarlo. Un poco como lo que decía Oscar Wilde: «La mejor manera de librarse de la tentación es caer en ella».

El pasado viernes se estrenó Lightyear en cines. Se trataba del primer spin-off cinematográfico de la saga de Toy Story, una franquicia puramente millennial —tanto o más que su estudio— que nos lleva acompañando a toda una generación desde el año 1995.

La película de Buzz Lightyear llegaba a los cines con unas críticas un tanto tibias y un cierto desánimo en el aire, provocado en gran medida por la última entrega de la saga, muy por debajo del verdadero final de la trilogía. No obstante, tenía ciertos alicientes.

Íbamos a ver la película que Andy vio en su día para querer el muñeco de acción de Buzz Lightyear en Toy Story. Interesante, ¿verdad? El ejercicio de metalenguaje hacía que la precuela tuviera sentido narrativo, pero también posibilitaba ofrecer un espectáculo visual cercano a la space opera y el cine clásico de ciencia ficción.

Desafortunadamente, ni la película ni el protagonista han generado la reacción mediática esperada. La taquilla ha recibido con desgana el estreno de Lightyear y ya se está hablando de «fracaso». Ahora bien, la cinta sí ha generado debate. Un debate que no tiene nada que ver con el cine, el ocio y el entretenimiento, y mucho que ver con la estupidez.

 Lightyear y la imposibilidad de detener al amor
La escena de la polémica.

Un beso entre dos personajes del mismo sexo, en pleno 2022, ha copado las portadas de diarios y medios generalistas. La primera ficha de dominó que cayó fue la decisión de determinados países asiáticos y de Oriente Medio de negarse a proyectar en cines la película si no retiraban el beso lésbico del metraje.

A partir de ahí, el debate se ha disparado en las redes sociales. A pesar de que hay muchísimas personas que no han querido darle relevancia a este insustancial debate, sí ha habido un ruido que ha provocado que el estreno de Lightyear esté ligado al mero hecho de que dos personas del mismo sexo hagan algo tan humano como besarse.

Y no es porque sea 2022. No es porque estemos en un momento de la Historia en el que este tipo de debate ya debería estar superado. Es el hecho de que, desde un sector del público, se haya vendido que la decisión de «mantener» un beso entre dos personajes sea una decisión política y una cuestión ideológica.

¿Desde cuándo el amor es una cuestión ideológica? ¿Cuándo hemos convertido el deseo de querer en un aparato político al servicio de qué, exactamente? No soy capaz de comprender que el acto de besarse sea un ejercicio polémico. Nunca lo ha sido. ¿Por qué ahora?

¿Por qué Lightyear no puede representar el amor, sea del sexo que sea, en su largometraje? ¿Qué problema tuvo Hércules cuando besó a Megara? ¿Alguien criticó el beso de amor de La Bella y la Bestia? ¿Puso alguien el grito en el cielo por la historia de amor de Febo y Esmeralda, con Cuasimodo en la «friendzone»?

Este mensaje quiero dejarlo muy claro y creo que se podrá volver a él cuando pasen las décadas: no hay nada ni nadie que pueda frenar al amor. El amor es una luz en medio de la oscuridad, es la calma en mitad de la tempestad, es el agua en el desierto. Se puede escribir un poema en mitad de un incendio solo con el poder del amor.

El odio nunca ha sobrevivido mientras el amor ha tenido un átomo de vida. Podrás no ir al cine a ver Lightyear. Quizás puedes influenciar en el resultado de una  taquilla con tu decisión, que es totalmente libre. Podrás opinar de una forma determinada, aunque esa opinión este viciada por el miedo a la verdad. Pero nunca se podrá frenar el amor.

No podrás influenciar en el hecho de que dos personas se amen y que, aunque lo tengan todo en su contra, decidan remar contra viento y marea para mantenerlo con vida. El amor es un relámpago de magia que destruye cualquier muro y derriba todas las estúpidas fronteras políticas e ideológicas. Es el sentido de nuestra vida.

El ser humano es ser y humano porque es y ama. La capacidad de sentir es el motor del mundo, el pulmón de nuestro planeta, el sentido de nuestra existencia. Solo cuando sentimos el amor, el amor puro y verdadero, el amor de verdad…

Solo en ese momento podemos estar verdaderamente cerca de Dios.

TENDENCIAS

SUSCRÍBETE A SUPER FICCIÓN

Recibe nuestra newsletter semanal exclusiva

No olvides seguirnos en 
Scroll al inicio