
La serie de Obi-Wan Kenobi ha suscitado un nuevo debate en redes sociales. Pero ¿necesitamos estar de acuerdo con todo el mundo para disfrutar de algo que nos hace felices?
Cuando era adolescente, me encantaba conocer a las personas. Descubrir sus identidades, aprehender su personalidad, desenmarañar sus virtudes y defectos, comprender aquello que parecía más incomprensible. Pero, sobre todo, lo que más me apasionaba era saber cuáles eran sus gustos personales.
Siempre he sido un poco «raro» a la hora de elegir amigos. Al principio, me limitaba al grupo de siempre, la gente que había estado conmigo desde hacía tiempo. Eso suponía un problema porque la mayoría de esas personas no compartía las mismas aficiones que yo. Me sentía un poco solo, en ese sentido.
Por eso, cuando conocía a alguien que le gustaba Pearl Jam, las películas de superhéroes, los cómics, el Arsenal, escribir o cualquiera de aquellas realidades que me salvaban día tras día… Caía rendido a sus pies. Anhelaba mantener esa amistad a toda costa, fuera cual fuese el precio a pagar. La recompensa era mayúscula.
De alguna forma, las opiniones y los gustos de los demás parecen reafirman las nuestras. ¿Sabéis esa frase de «a mí no me importa lo que diga la gente de mí»? Es mentira. A todo el mundo le importa lo que piensa y dice la gente sobre uno mismo. Es básico a la hora de vivir en sociedad. No hacerlo implicaría estar fuera de la propia realidad.
Sin embargo, con el tiempo acabas comprendiendo que, más allá de no perder de vista el mundo en el que vives, la opinión de los demás tampoco es tan importante. Los gustos de los demás no tienen por qué reafirmar los nuestros. No se necesita a nadie para disfrutar de lo que te hace feliz.
Obi-Wan Kenobi ha alcanzado hoy su cuarto episodio en Disney+. La nueva serie de televisión de Star Wars avanza a ritmo lento y a trompicones en una producción torpe y carente de emoción, exenta de alma. Y, a pesar de ello, se puede disfrutar igualmente del producto resultante. ¿Por qué? Porque, a veces, no necesitas nada más que tu propia voluntad.

¿Es tan importante la opinión de los demás, los gustos de los demás? ¿Por qué parece que, si no estás de acuerdo con un punto de vista, debes inmediatamente atacarlo? ¿Qué necesidad hay de que todo el mundo opine como tú para poder mantener tu argumento con solidez y firmeza?
A mí me encanta Aves de Presa. Es una de las películas de superhéroes que más veces he visto. A fin de cuentas, está protagonizada por mi personaje preferido de ficción. Soy consciente de que es una pésima adaptación y que tiene más detractores que visionados. Pero, a pesar de ello, sigo disfrutando cada vez que la veo. Tiene valor para mí.
Somos nosotros los que marcamos la importancia de una cosa u otra. ¿Acaso una opinión negativa sobre Aves de Presa va a borrar mi felicidad al disfrutarla por primera vez? ¿Las malas críticas me frenaron para ir a verla cinco veces al cine? ¿Solo porque un usuario en redes sociales me atacó por mis gustos debo abandonar mis ideas?
Disfrutar de Obi-Wan Kenobi no te acerca ni por asomo al conformismo.
No, no necesitamos la opinión de los demás para disfrutar de nuestras aficiones. No necesitamos compartir argumentos para sentirnos especiales. Coincidir con una persona es bonito, pero, más allá de eso, cada uno de nosotros vivimos los momentos de una forma diferente, aunque lleguemos al mismo destino.
La belleza de los gustos personales no es que cada persona tenga uno diferente, sino que cada gusto personal parte de una experiencia completamente subjetiva, procede de cauces distintos, desemboca en mismo océano pero ha recorrido un camino alternativo hasta llegar allí.
Vivimos en una época en la que parecemos necesitar reafirmar todo lo que hacemos en cada instante. Las redes sociales nos han provocado una especie de catarsis psicológica casi autodestructiva. Nos hemos olvidado de hacer algo tan sencillo como vivir y disfrutar del mero hecho de estar vivos.
Nunca está de más recordarlo.