
Han acusado a Marvel Studios de abusar de los trabajadores de efectos especiales. Y, automáticamente, han surgido 3 millones de expertos y sindicalistas en las redes sociales.
Ahora resulta que todos somos expertos en efectos digitales. No importa que uno sea periodista, enfermero, librero, tendero, frutero, carnicero, panadero, obrero, jornalero o cualquier «ero» o «ista». Ahora todos somos expertos en efectos digitales, aunque tengamos la misma noción del medio que de la composición del bosón de Higgs.
El lunes me levanté por la mañana y me encontré las redes sociales llenas de expertos en VFX. Todos tenían una opinión que ofrecer, esgrimir y, sobre todo, arrojar. Porque no hay nada como entrar en Twitter y arrojar opiniones, aunque no esté formado. O aunque sea la misma opinión que le has leído a un mutual y puedes vestirla como tuya.
El motivo por el que había tantos expertos en efectos digitales era Marvel Studios. «Claro», me dije. «¿Qué otra cosa podría ser, si no?» De un tiempo a esta parte, en Film Twitter —así es como se ha llamado a la comunidad de cinéfilos en esa red social— solo existe Marvel Studios, para bien o para mal. Ya sea para aplaudirlo todo o para cancelarlo todo.
En este caso, tocaba cancelar. No importó que saliera gente como Carolina Jiménez G., quien ha trabajado en varios proyectos del UCM, a explicar cómo funciona la industria de los efectos digitales. Ella sí es experta en VFX y dio su opinión de la forma más transparente y dubitativa posible, sin querer menospreciar a compañeros o imponer su experiencia.
Pero ¿en qué mundo vivimos? ¿De dónde surge esa necesidad imperiosa, casi asfixiante, de opinar sobre todos y sobre todo sin tener ni repajolera idea de absolutamente nada? ¿Tan difícil es callarse la boca, aprender, escuchar, leer y formarse una idea aproximada de cómo funciona una industria, un media, algo? ¿En qué nos hemos convertido?
No tardaron en salir también los defensores de los trabajadores que denunciaban cierta explotación laboral por parte de Marvel Studios. Es la misma gente que luego se descarga un videojuego o un libro, o se compra una camiseta de fútbol por AliExpress. Si es su bolsillo, entonces no le importa que un desarrollador, un librero o la chica de la tienda de su barrio se vean perjudicados. Porque eso no puede tuitearlo.
No. No tengo ninguna opinión formada acerca de la industria de los VFX, más allá del artículo de Inverse que recomendé hace dos meses, cuando ya denunciaban que la pandemia había provocado un efecto dominó y que había más demanda que recursos de producción. Por eso creo que la mejor opción es aplazar los estrenos, pero eso no me da la razón.
Y no me la da porque, más allá de ser un periodista estúpido y ridículo, más allá de conformarme con disfrutar de las series, las películas, los videojuegos, los libros —en definitiva, la cultura popular—; más allá de eso, no quiero ser la clase de persona que pretende hacer del mundo un lugar mejor sentado en el escritorio y a través de la pantalla.
Me gustaría daros un consejo, pero yo también soy un hipócrita en la mayoría de ocasiones. Quizás lo único que me queda por decir es que dejéis vivir a las personas. Ah, sí. Y recuerda: tu opinión, mi opinión, no es tan importante como parece. A veces, la mejor opinión es quedarse callado. Así, al menos, no quedamos como unos ignorantes.